ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno
Las emisiones de dióxido de carbono de los edificios y la construcción alcanzaron un nuevo máximo en 2021, según el Informe de estado global de edificios y construcción de 2022.
El sector representó más del 34% de la demanda de energía y alrededor del 37% de las emisiones de dióxido de carbono relacionadas con la energía y los procesos. Construir de manera sostenible y reducir la huella ambiental de las estructuras es uno de los grandes desafíos del siglo. Analizamos cómo funcionan tres edificios que producen más energía de la que consumen.
Powerhouse Brattørkaia
El edificio de oficinas Powerhouse Brattørkaiam, ubicado en Trondheim (una ciudad de Noruega), produce más del doble de la electricidad que consume. Genera unos 500.000 kilovatios hora (kWh) de electricidad durante un año y, según sus creadores, “funciona como una pequeña central eléctrica en medio de la ciudad”.
No sólo suministra energía renovable para sí mismo, sino que también la comparte con edificios vecinos, autobuses eléctricos, automóviles y barcos a través de una microrred local.
Desde Snøhetta, el estudio de arquitectura noruego que lo ha diseñado, presumen de que “produce más energía de la que consume durante su vida útil, incluyendo la construcción, la demolición y la energía incorporada en los materiales utilizados para construirlo”.
El objetivo de Powerhouse Brattørkaia es triple: “Maximizar la cantidad de energía limpia producida por el edificio, minimizar la energía requerida para operarlo y ser un espacio agradable para sus inquilinos y el público”.
Se construyó entre 2012 y 2019 y su ubicación fue elegida para asegurar la máxima exposición al sol y así reducir el uso de luz artificial. Algo importante teniendo en cuenta que está equipado con casi 3.000 metros cuadrados de paneles solares y en sus inmediaciones tiene un contenedor que almacena energía para el suministro de la microrred.
Además, usa un sofisticado sistema de ventilación, electrodomésticos de bajo consumo y agua del mar para la calefacción y la refrigeración.
Powerhouse Brattørkaiam comparte la energía que genera con otros edificios y vehículos. Crédito: Snøhetta.
El Ayuntamiento de Friburgo
El Ayuntamiento de Friburgo, una ciudad universitaria en el suroeste de Alemania, es el primer edificio público del mundo que genera más energía de la que consume y la utiliza para alimentar la red de la ciudad. Además de 880 módulos fotovoltaicos y unas fachadas diseñadas para lograr un buen aislamiento térmico, la estructura cuenta con un sistema que supervisa y optimiza el rendimiento energético del edificio.
“La demanda de energía primaria del ayuntamiento para calefacción, refrigeración, ventilación y suministro de agua caliente es tan baja como 55 kilovatios hora por metro cuadrado por año, que es solo el 40% de la demanda de energía primaria de edificios de oficinas modernos comparables”, señala el estudio de arquitectura ingenhoven architects, que ha diseñado el edificio.
En sus 24.215 metros cuadrados, hay oficinas, salas de conferencias y restaurantes para 840 empleados del gobierno local. El Ayuntamiento extrae el calor y la refrigeración de un pozo de agua subterránea. Para calentar el edificio, este pozo está conectado a dos bombas de calor. Como indica un informe sobre el edificio, “las temperaturas agradables en verano están aseguradas por el enfriamiento del agua subterránea, sin la ayuda de las bombas de calor”.
El Ayuntamiento de Friburgo genera más energía de la que consume gracias a 880 módulos fotovoltaicos. Crédito: ingenhoven architects.
The Edge
The Edge, un edificio de 40.000 metros cuadrados de Deloitte en Amsterdam, utiliza un 70% menos de electricidad que otras construcciones de oficinas comparables, según el Building Research Establishment (BRE). Es uno de los edificios más verdes del mundo, como reconoce el certificado internacional de construcción sostenible BREEAM, y puede generar más energía de la que produce.
El techo y una de sus fachadas “incorporan la mayor variedad de paneles fotovoltaicos de cualquier edificio de oficinas europeo” —unos 6038 metros cuadrados—. Así lo indica el BRE, que asegura que la calefacción y la refrigeración de The Edge se regulan de forma sostenible. El edificio cuenta con dos fuentes de agua subterránea que se ubican a 130 metros bajo tierra: una para agua fría y otra para agua tibia. “Estas denominadas bombas de almacenamiento de energía térmica de acuíferos, dependiendo del clima interior y exterior, bombean agua caliente o fría hacia o desde el edificio”, explica el BRE.
Este edificio es, además, uno de los más inteligentes del planeta. Sabe dónde vive cada trabajador, qué coche conduce y con quién se reunirá cada día. Los empleados cuentan con una aplicación que les mantiene conectados desde que se despiertan y tiene toda la información sobre su horario. Con sus 28.000 sensores, puede reconocer cuándo llegan los automóviles y dirigirlos a un aparcamiento determinado.
The Edge es uno de los edificios más verdes e inteligentes del mundo. Crédito: PLP Architecture.
En un contexto de cambio climático, todos estos edificios comparten el objetivo de reducir la dependencia de los combustibles fósiles y las emisiones de gases de efecto invernadero. “Involucrar a toda la cadena de valor desde el primer día es probablemente la única forma de lograr un objetivo tan ambicioso. Además del contratista, el propietario del edificio y el arquitecto, también es necesario tener consultores en sistemas eléctricos, de agua y de plomería a bordo desde el principio”, afirma Rune Grasdal, arquitecto senior de Snøhetta. Al conseguir que un edificio tenga una alta eficiencia energética durante todo el ciclo de vida y genere más energía de la que consume, se persigue otro desafío importante: proporcionar energía renovable a la comunidad circundante.
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