ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno
En 2018 Microsoft sumergió a unos 35 metros de profundidad un centro de datos con 864 servidores. Su objetivo era comprobar si era más fácil mantenerlo en el fondo del océano que en la superficie. Dos años más tarde lo sacó del agua y los resultados fueron prometedores: el centro de datos resultó ser más estable y energéticamente eficiente que uno idéntico en la superficie. ¿Dónde suelen guardarse nuestros datos? ¿Tiene sentido sumergirlos para que convivan con los peces?
Casi todas nuestras acciones en Internet generan datos. Dicha información se almacena en servidores físicos que mantienen grandes compañías como Google, Apple o Facebook. Para elegir la ubicación de un centro de datos, se tienen en cuenta factores como la temperatura, tal y como indican desde DE-CIX, operador líder de puntos de intercambio de Internet. “La refrigeración de los centros de datos es un aspecto primordial, que supone un reto en torno a la eficiencia y el gasto energético de estos edificios”, señalan.
Minas, iglesias, búnquers o el Ártico: dónde descansan nuestros datos
Los servidores necesitan estar operativos las 24 horas del día, un requisito que “genera mucho calor” y puede suponer un problema: las altas temperaturas perjudican su correcto funcionamiento. Uno de los grandes desafíos de los gigantes tecnológicos es precisamente controlar los sobrecalentamientos de los centros de datos. “Es habitual que algunas compañías apuesten por ubicar los centros de datos en zonas frías o remotas, tanto por cuestiones de eficiencia energética como por la necesidad de espacios con muchos metros cuadrados para poder albergar sus servidores”, comenta Theresa Bobis, directora para el sur de Europa de DE-CIX.
Las tecnológicas se las han ideado para encontrar lugares frescos —y en ocasiones un tanto peculiares— en los que almacenar los datos. Por ejemplo, la capilla de Salem en Leeds (Reino Unido), un refugio de la Segunda Guerra Mundial que está bajo la catedral ortodoxa de Uspenski (Finlandia), un búnker nuclear de la Guerra Fría (Suecia) o una antigua mina en Noruega. Los 120.000 metros cuadrados del Lefdal Mine Datacenter se refrigeran gracias al agua de los fiordos noruegos y toda la energía que utiliza procede de fuentes renovables, según explican desde DE-CIX. Para abordar el asunto de la refrigeración, hay incluso quienes han llevado los centros de datos al Círculo Polar Ártico. Facebook ha instalado en la ciudad sueca de Luleå un centro de datos que cuenta con grandes ventiladores para recoger el aire frío del exterior y refrigerar los equipos y servidores en el interior.
Facebook ha construido un centro de datos en la pequeña ciudad de Luleå, a unos 100 kilómetros del Círculo Polar Ártico. Crédito: Mark Zuckerberg.
Centros de datos sumergidos en el océano
Esta búsqueda incansable para encontrar el lugar perfecto en el que almacenar nuestros datos ha llevado a Microsoft al fondo del océano. Aprovechando la tecnología de los submarinos y con ayuda de expertos en energía marina, la compañía sumergió un centro de datos dentro de un tanque cilíndrico de 12 metros de longitud y tres de diámetro en las islas Orkney, cerca de la costa escocesa. Para ello, utilizó 10 tornos, una grúa, una barcaza y un vehículo operado de forma remota. El lugar fue elegido teniendo en cuenta que allí la red estaba totalmente alimentada por energía solar y eólica.
Más de la mitad de la población mundial vive a unos 193 kilómetros de la costa, según Microsoft. Al colocar los centros de datos en cuerpos de agua cercanos a las ciudades costeras, “los datos tendrían una menor distancia por recorrer para alcanzar a las comunidades costeras, lo que llevaría a una navegación web, transmisión de video y juegos en línea más rápidos y fluidos”. Además, Microsoft asegura que los mares fríos permiten diseñar centros de datos energéticamente eficientes.
¿Falla menos un centro de datos submarino que uno en la superficie?
Un centro de datos submarino no se enfrenta a algunos factores que sí le afectarían en la superficie y podrían provocar fallos en el sistema. Por ejemplo, la corrosión por el oxígeno, la humedad, las fluctuaciones de temperatura y los golpes. Microsoft, a la vez que sumergió este centro de datos, puso en marcha otro idéntico en la superficie para hacer comparaciones. El experimento duró dos años. El centro de datos que estuvo bajo el agua sufrió sólo una octava parte de fallos con respecto al que se encontraba en tierra firme, según la compañía.
Microsoft sumergió en 2018 un centro de datos con 864 servidores a unos 35 metros de profundidad. Crédito: Microsoft.
No se sabe con certeza si, además de la temperatura, otros factores pudieron influir en que el centro de datos submarino fallara notablemente menos. “Tenemos que averiguar qué es exactamente lo que nos brinda este beneficio", afirma Spencer Fowers, del grupo de investigación de proyectos especiales de Microsoft. Su equipo va a estudiar si los buenos resultados se deben al hecho que no había intervención humana dentro del tanque y que la cápsula había sido llenada exclusivamente con nitrógeno, eliminando todo el oxígeno del interior.
Pero, ¿qué ocurre cuando un centro de datos sumergido a 35 metros de profundidad falla? Conseguir repararlo puede resultar un auténtico desafío. Pero Ben Cutler, responsable de proyectos especiales de Microsoft, asegura que el modelo es autosostenible. Es decir, los servidores que fallan simplemente se desconectan. “Está diseñado para tener una confiabilidad tan alta que podemos operar durante varios años sin mantenimiento”, asegura.
Aunque los resultados de este experimento resultan prometedores, aún es pronto para saber hasta qué punto los centros submarinos jugarán un papel importante en la custodia de nuestros datos. Aún falta información, por ejemplo, sobre cómo de fácil resultará recuperar, reciclar o cambiar estos centros de datos una vez que lleguen al fin de su vida útil. Cutler no cree que vayan a reemplazar a los que están sobre tierra, pero sí apunta a que serán una alternativa más para los clientes. Quién sabe si todos esos datos que decimos que están “en la nube” terminarán finalmente algún día “en el fondo del mar”.
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