ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno
De un buzón de sugerencias a períodos de descanso para los empleados. Son algunas de las contribuciones de la ingeniera y psicóloga Lillian Moller Gilbreth a la gestión industrial. Además de asesorar a varios presidentes, es conocida por algunos inventos que a día de hoy están presentes en millones de hogares: de las baldas de la puerta de la nevera. Analizamos cómo sus conocimientos psicológicos se convirtieron en la base de la gestión moderna y de qué forma aún perviven sus ideas para optimizar la administración del hogar.
La madre de la gestión moderna
Gilbreth nació en 1878 en Oakland, una ciudad californiana situada en la parte oriental de la bahía de San Francisco, en una familia acomodada y fue educada en casa hasta los nueve años. Pese a que en el instituto se graduó con sobresalientes, su padre no quería que continuara sus estudios. Pero ella lo tenía claro: no quería dedicarse exclusivamente al hogar y a formar una familia. Fue mucho más allá y terminó por convertirse en una de las primeras ingenieras en obtener un doctorado en psicología.
Si por algo ha sido reconocida Gilbreth, ha sido por sus aportaciones en el ámbito de la gestión industrial. En los primeros años de su carrera profesional, dirigió con su marido una empresa de construcción. Se dio cuenta de que los ingenieros tenían sus propias formas de trabajar —no había dos que usaran el mismo método— y llegó a la conclusión de que estaban abordando sus problemas técnicos sin tener en cuenta la psicología. Se puso a analizar detalladamente cómo actuaba cada empleado. Quería identificar los mejores movimientos y averiguar si, además de optimizar la eficiencia, les hacían más felices. Su objetivo era rediseñar la maquinaria para adaptarse mejor a los movimientos de los trabajadores, mejorar la eficiencia y reducir la fatiga.
Unos años más tarde, en 1912, los Gilbreth abandonaron el negocio de la construcción para convertirse en consultores de gestión. En ese periodo implementaron algunas ideas que eran muy novedosas para la época. Por ejemplo, un buzón de sugerencias para empleados, períodos de descanso y diagramas de procesos. También apostaron por contratar a personas con discapacidad para que pudieran convertirse en miembros productivos de la comunidad. Tal y como señala Edna Yost, su biógrafa, el legado de Gilbreth permanece presente en muchas empresas de todos los tamaños.
Lillian Moller Gilbreth fue una de las primeras personas en integrar la psicología a los conceptos de la gestión industrial. Crédito: Purdue Industrial Engineering.
La altura ideal para el fregadero y otros electrodomésticos
En 1924, el marido de Gilbreth murió repentinamente de un infarto. Lillian continuó investigando por su cuenta qué podía aportar la psicología a la gestión industrial durante los siguientes 45 años. Siempre sin olvidar la importancia del factor humano. En todo ese tiempo aplicó la psicología para resolver problemas en múltiples ámbitos. Por ejemplo, en hospitales, el sector de los deportes o empresas de aparatos de cocina.
Además de trabajar para General Electric, ayudó a varias empresas a rediseñar electrodomésticos. Entre sus inventos más destacables, se encuentran los estantes en la puerta del frigorífico y el cubo de basura con pedal. A la ingeniera le preocupaban los desafíos a los que se enfrentaban las mujeres en la administración del hogar, la crianza de la familia —ella tenía 12 hijos— y el trabajo fuera de casa. Su objetivo era encontrar la "mejor manera" de realizar las tareas domésticas. También entrevistó a más de 4.000 mujeres para diseñar la altura adecuada para estufas, fregaderos y otros muebles y accesorios de cocina.
A Lillian Moller Gilbreth, que tuvo 12 hijos, le preocupaban los desafíos relacionados con el hogar y la crianza. Crédito: Biblioteca de la Universidad Purdue.
Un referente que asesoraba a presidentes
Lillian Gilbreth no fue la única mujer que se comprometió a adaptar los principios de la gestión científica al hogar y a destacar la importancia del impacto psicológico del trabajo. “El trabajo de Lillian quizás sea hoy más conocido que el de otras mujeres que promovieron el hogar eficiente por su asociación con su esposo, pero también porque se movió entre personas influyentes que reconocieron su trabajo”, afirma Lisa Nocks, historiadora del IEEE History Center.
Esto no impide que Gilbreth, que murió a los 94 años, sea un gran referente en el ámbito de la gestión industrial y la administración del hogar. Además de impartir clases en múltiples universidades, formó parte de comités designados por seis presidentes de Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó como consultora para el gobierno y supervisó la conversión de fábricas en bases militares y plantas de guerra. Todas sus ideas y trabajos como ingeniera industrial, psicóloga y consultora le llevaron a ganar múltiples logros. Además de recibir decenas de premios y títulos honoríficos, se convirtió en la primera mujer admitida en la Academia Nacional de Ingeniería de Estados Unidos.
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