PABLO GARCÍA-RUBIO | Tungsteno
Casi una sexta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero están directamente relacionadas con los combustibles de los camiones, buques y aviones. La movilidad de personas y el comercio internacional han consolidado como uno de los más contaminantes al sector del transporte, que afronta un desafío urgente: encontrar nuevas fuentes de energía que sean limpias a la vez que económicamente rentables. Aunque la disponibilidad y el coste del gas natural licuado (GNL) lo hacen atractivo a ojos de la industria, no deja de ser un combustible que contribuye al calentamiento global.
¿Es el gas natural una opción sostenible?
El GNL está formado por gas natural que ha sido enfriado hasta los -162º C, de manera que pasa a estado líquido para facilitar su almacenaje y transporte. Su uso representa una cuarta parte del consumo energético a nivel global. Es la fuente que menos favorece el cambio climático, de entre los combustibles fósiles: las emisiones de CO2 disminuyen entre un 25% y un 50% , si lo comparamos con otros carburantes. También se reducen considerablemente las emisiones de azufre, óxidos nitrosos y otras partículas en suspensión. Por ello, hay quienes lo consideran la alternativa más verde de entre las opciones viables para propulsar buques de transporte de contenedores o cruceros recreativos.
La industria del transporte ha apostado por el GNL como alternativa más sostenible a los carburantes tradicionales. Imagen: Wikimedia.
Xavier Leclercq, vicepresidente de la empresa logística CMA CGM, afirma que es “la única solución disponible de aquí a 20 años”. La falta de desarrollo de otras energías limpias como el hidrógeno o las baterías eléctricas, según explican sus defensores, no las hacen viables a la hora de propulsar buques de semejante tamaño. Por tanto, ven el gas como un elemento de transición hasta que las renovables cuenten con la capacidad de abastecer de una mayor cantidad de energía y de manera más barata y estable.
La cara B del combustible más "verde"
Aunque el GNL es menos contaminante que el carbón y el petróleo, no está libre de emisiones. El gas natural es extraído del subsuelo. Tanto la perforación de la roca como la extracción de la materia prima tienen consecuencias medioambientales adversas. El proceso de perforación hidráulica o fracking que se utiliza para liberar y recoger el gas atrapado en la roca está en el punto de mira por el impacto que genera en los ecosistemas donde se lleva a cabo. Las sustancias utilizadas y la agresividad del proceso provocan la erosión y sedimentación del hábitat, la liberación de sustancias químicas hacia aguas subterráneas y superficiales e incluso la alteración sísmica de la superficie.
Activistas climáticos y algunos científicos se han posicionado en contra del GNL por su impacto ambiental. Imagen: Wikimedia.
Por otra parte, las fugas de metano —el principal componente del gas natural— se producen durante el proceso de transformación, almacenado y uso, liberándose a la atmósfera toneladas de este elemento cada año. A corto plazo el metano puede ser un gas de efecto invernadero mucho más dañino que el CO2. En un período de 20 años, una molécula de metano en la atmósfera es cerca de 90 veces más eficiente atrapando calor que una molécula de CO2. Algunos estudios indican que las fugas no deberían superar el 1% para no suponer un problema. Sin embargo, alcanzan un 9%. “El argumento de utilizar el gas temporalmente como material de transición depende de que podamos controlar las emisiones de metano”, declara el científico climático Robert Howarth. De momento, "no estamos cerca de conseguirlo”.
Algunos procesos (como la refrigeración del material, el transporte y su posterior regasificación) requieren de grandes cantidades de energía y aumentan las emisiones totales del ciclo de vida del material. El investigador Bryan Comer considera que "utilizar GNL para hacer el transporte marino más verde puede parecer una buena idea, pero si se tiene en cuenta el impacto total a lo largo de todo el ciclo de vida, no es una buena solución”. Un estudio del Consejo Internacional de Transporte Limpio advierte que el uso de GNL puede suponer a corto plazo unas emisiones iguales o peores que el de carburantes tradicionales.
Transformar el GNL en un producto más “verde”
Quienes se oponen al uso del gas también mencionan las consecuencias estratégicas a largo plazo: la creación de la infraestructura y la inversión necesaria para hacer del gas una opción disponible prolongaría la actual dependencia de los combustibles fósiles y retrasaría la transición ecológica hacia las energías renovables. Una investigación de la red de investigadores Global Energy Monitor estima que los planes de expansión del GNL en los próximos años pueden provocar un calentamiento de la Tierra similar a la expansión que se planea de la industria del carbón.
Tecnologías como los drones o sensores ayudan a controlar las filtraciones y reducir las emisiones. Crédito: Environmental Defense Fund.
La industria del gas natural licuado está en expansión y busca formas de volverse más sostenible. El principal reto es detectar y reducir las filtraciones de metano mejorando las tecnologías de localización de fugas con drones o sensores avanzados. El proceso de extracción y transformación también aspira a mejorar su impacto ambiental al utilizar en sus instalaciones fuentes renovables o biocarburantes. Para cumplir con el objetivo de los Acuerdos de París de no aumentar la temperatura global por encima de 1,5º C, se requirirá una transformación del panorama energético en las próximas décadas. Que el GNL juegue un papel fundamental alimentando los motores del comercio y transporte internacional dependerá en gran medida de la capacidad de la industria de adaptar sus procesos para hacerlos más sostenibles, abrazando las tecnologías que eviten las emisiones de metano e incluyendo las renovables en su cadena de producción.
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