En las últimas semanas hemos vuelto a constatar que los terremotos son impredecibles y que pueden suponer unas pérdidas económicas mil millonarias además de un trágico desastre humanitario.
Sin embargo, esto no quiere decir que no podamos proteger a los edificios y sus ocupantes de los efectos del sismo.
“En Sacyr llevamos más de 10 años diseñando y construyendo infraestructuras con protección sísmica. La experiencia adquirida en Chile, uno de los países con mayor actividad símica del mundo, nos ha permitido emplear estas técnicas en otros países. En 2023 vamos a batir un nuevo récord. Vamos a instalar un total de 1.300 aisladores en nuestros proyectos de edificación en marcha”, explica Ramón Sánchez, director de Ingeniería de Edificación de Sacyr Ingeniería e Infraestructuras.
Los aisladores sísmicos son unos dispositivos de goma natural, muy deformables en el plano horizontal, que absorben los movimientos sísmicos del suelo y no los transmiten a la superestructura.
De esta manera, el edificio permanece sin afección ni daño durante y después de la ocurrencia de un terremoto. Esto es especialmente importante en el caso de infraestructuras críticas como hospitales y aeropuertos cuyo correcto funcionamiento es esencial para atender a la población en caso de catástrofe natural, cuando más se necesitan.
Hospital del Alto Hospicio (Chile)
En Chile vamos a instalar 1.000 aisladores sísmicos en los tres hospitales que estamos diseñando y construyendo en este momento: Hospital Sótero del Río, Hospital Provincial de Cordillera y Hospital de Buin Paine. Sólo estos tres hospitales atenderán a una población de 3 millones de personas.
En Perú, vamos a instalar 300 aisladores sísmicos en la nueva terminal del Aeropuerto de Lima, a sumar a los 700 aisladores instalados el año pasado. Esta terminal, una vez terminada, procesará 37 millones de pasajeros al año de manera segura.
La energía liberada en un terremoto de gran magnitud es gigantesca, equivalente a decenas de miles de bombas atómicas.
Por eso, no sorprende que la ocurrencia de estos terremotos pueda modificar el paisaje a kilómetros de su epicentro o incluso reconfigurar el trazado costero de un continente.
El reto al que nos enfrentamos es que estos eventos de la naturaleza repercutan lo menos posible en las infraestructuras que hemos diseñado y construido para que apenas afecten la vida de los ciudadanos.