Gaia es un libro de los años 80, de James Lovelock, que dice que la tierra actúa como un super organismo que se modifica en sí mismo para defenderse de las infecciones. No tardaríamos mucho en adivinar que la mayor infección de la tierra es el ser humano.
Los seres humanos agotamos los recursos de la tierra sólo en cuatro meses sobre un año natural. A partir de abril, empezamos a tirar de reservas.
¿Podemos seguir viviendo así? Dice el profesor del departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Salamanca (USAL), Fernando Rodríguez, que “El Planeta tiene solución, otra cosa es que los humanos estemos en ella, sobre todo si continuamos con nuestros hábitos insostenibles”.
Aquí entra el concepto de Planetary boundaries, o límites del planeta. Ya hemos superado límites imprescindibles: la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la emisión de nitrógeno, que ya están en números rojos. Esto significa que el planeta, tiene tiempo para regenerarse, aquí la teoría del profesor, pero nosotros puede que no. Nuestra calidad de vida empieza a resentirse, e indirectamente la esperanza de vida, que ya es menor ahora que hace algunos años, aunque no nos lo creamos.
En este panorama, ¿qué podemos hacer las empresas para revertir, o al menos, paliar esta situación? Aquí entra a colación el concepto sobre el que trabaja el profesor Rodríguez, la medición del capital natural.
“Consiste en calcular el valor de un elemento de la naturaleza por todos los servicios que ofrece y, a partir de aquí, tomar decisiones responsables o incluso compensar económicamente el impacto que causa una actividad humana sobre los ecosistemas”, afirma Rodríguez.
El profesor explica este concepto en sus clases de la universidad, y además, realiza estudios con su departamento para empresas que quieran avanzar en este tema.
¿Cuál es el valor real de la naturaleza?
"No lo sabemos y para las decisiones que tomamos en base a ello, no lo necesitamos. Nos vale con un escalón más bajo, nos vale con calcular un valor responsable. Es decir, podemos elegir la alternativa con menor impacto sobre el capital natural aunque tenga un mayor coste económico. Pero eso, ya depende de cada empresa y su estrategia de sostenibilidad. Muchas deciden no sólo cumplir con los estándares legales, sino ir más allá, y elegir aportar más, y compensar su actuación”, subraya el profesor.
Aparte de elegir las alternativas más sostenibles, dentro de cada acción o proyecto, también se pueden compensar esas acciones que suponen un impacto económico sobre el capital natural, con acciones en otra zona, que compensen este impacto.
“Nosotros en la USAL tenemos una base de datos sobre estudios primarios de valoración económica de servicios ecosistémicos que es pública, llamada ESValues. Sobre esta base de datos nosotros hacemos los datos de valoración de servicios ecosistémicos para empresas e instituciones públicas”, explica Fernando Rodríguez.
Esto, cada vez es más necesario para las empresas, de cara a los consumidores, a los inversores y a la Administración. Por ello, cada vez más se incluyen estas valoraciones en las licitaciones de las empresas para la obtención de proyectos públicos.
“Ahora también estamos trabajando en una plataforma de valoración que sea generalizable para empresas que tengan este tipo de necesidades. Las técnicas ya están relativamente consensuadas, y desde el punto de vista normativo cada vez hay más peso en la protección de los ecosistemas”, explica el profesor.
Para el regulador, cada vez es más importante contar con estos estudios. La ONU acaba de reorientar el sistema de cuentas económico-ambientales, el SEEA, hacia la valoración de los ecosistemas y sus servicios. Probablemente España tenga que calcular el valor de sus impactos sobre el capital natural y comunicarlo en sus estadísticas nacionales. Esto se hace a través de la clasificación CICES.
¿Cuándo nace el concepto de capital natural?
En el año 1929 se hace el primer estudio en el que se habla del valor de la naturaleza, es americano, plantea un método nuevo de valoración del medio ambiente, pero es una valoración económica aplicada a accidentes y recursos naturales icónicos.
Cuando se rompió el petrolero Exxon Valdés en Alaska se hizo un estudio para ver el daño que había generado a todos los estadounidenses y el tribunal lo aceptó como base para fijar la indemnización.
En 1997 se publica un artículo de de Robert Constanza en Science y cambia el panorama. “El valor de los servicios ecosistémicos y el capital natural del mundo” se ha convertido en el artículo más citado en economía ambiental. Lo que dice es que en vez de valorar activos ambientales se valoren los servicios que nos da la naturaleza, en los que se incluyen también los servicios culturales e incluso los servicios de existencia (tener mayor bienestar por saber que existe la ballena azul o el oso panda y que no se han extinguido, por ejemplo).
¿Se puede poner valor a los servicios ecosistémicos? En 1997 se calculaba en 33 billones de dólares, y en otro estudio realizado en 2014 se ajustó a 150 billones al año.
Panorama europeo en medición de capital natural
En el continente, clarísimamente, el líder es Reino Unido, que va muchos puestos por delante. Marca un antes y un después. Tiene una norma propia del sistema de estandarización británica sobre valoración económica del capital natural, está generando una norma para calcular impactos y compensaciones y tiene cuentas nacionales ambientales.
Le siguen Alemania y Países Bajos, y Francia ha sido el primer país de la UE es sacar un borrador para el cálculo de las cuentas nacionales ambientales, el preámbulo para hacer una contabilidad general de los impactos sobre el capital natural. “En España hay un clima constructivo, hay muchas iniciativas, pero nos queda camino por recorrer”, explica el profesor.