La palabra superación ha guiado la vida de Susana Romero desde que nació. Por nacer y convivir con una enfermedad rara, por querer jugar con juguetes de niños, por ser mujer, madre y además ingeniera. No le ha pillado de sorpresa el techo de cristal en su profesión, pero sí que lo ha tenido que superar y sufrir.
Actualmente Susana Romero, Ingeniera Química y Master en Prevención de Riesgos Laborales es marketing executive y responsable de la gestión de la seguridad y salud (HSEQ Manager) en CTAIMA. Desde aquí, construye entornos de trabajo seguros y sostenibles, en proyectos de transformación digital y gestión del cambio, de alcance internacional.
Además, es miembro de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), MulleresTech y mentora InspiraSTEAM. Asesora a estudiantes y emprendedores en áreas de ingeniería, tecnología, salud y seguridad así como en proyectos de digitalización y gestión del cambio.
La infancia de Susana fue complicada ya que buena parte la vivió en hospitales. Desde las salas de espera y su habitación burbuja, soñaba en inventar y diseñar máquinas como las que estaba conectada para curar a otros niños/as.
Su vida diferente, las ganas de jugar con juguetes diferentes, y su pasión por las matemáticas y la física, le guiaron a estudiar ingeniería.
“En el instituto, en 1995, iba a un taller de informática, eso era lo más raro del mundo, era la única chica”, explica. Mi entorno, de manera inofensiva me llamaba “bicho raro” o “chicazo” porque me gustaban cosas de chicos. Esos comentarios no me afectaron”, afirma Romero.
En la escuela de ingeniería, en el año 2000, cuando estudió Susana, había unas 5-10 chicas por clase, menos de un 10%, (más chicas en su disciplina de química), y el profesorado en su práctica totalidad hombres. Algo que ya pasaba en el instituto en la rama científica que eligió. En contadas ocasiones tuvo alguna profesora, en las asignaturas de química analítica, inorgánica.
“Gracias a mi hija de 8 años, me di cuenta de los sesgos que hay en la sociedad, del gran trabajo que hay que hacer para romper barreras, empoderar niñas y en definitiva construir una sociedad más igualitaria y diversa”, explica Susana.
Desde que es madre, está enseñando a su hija a entrar en el mundo de las ciencias y la tecnología. A través de talleres, clases de robótica, enseñándole sus presentaciones en el ordenador, etc. “Le regalaron una Barbie científica, que lleva una bata que le llega por encima de la rodilla, y un collar de perlas. No refleja la realidad”, afirma la ingeniera.
Su carrera se ha centrado en el mundo de la prevención de riesgos laborales, y desde él, ha percibido como la mayoría de los puestos de trabajo están diseñados para hombres, desde la ropa de trabajo, hasta las máquinas de las fábricas, los equipos de prevención, los chalecos antibalas de las mujeres policía que no están adaptados a ellas, etc, etc.
“Yo trabajo en una empresa tecnológica y es muy difícil encontrar perfiles tecnológicos, la tecnología como el lenguaje y muchas habilidades debería ser tenida en cuenta en las comunidades educativas. Aquí tenemos un gap muy importante”, afirma.
El 90% de los productos tecnológicos están diseñados por hombres mientras que el 80% del consumo está influido por mujeres.
Susana da charlas en institutos y explica el compromiso que tenemos con la naturaleza, les habla de la ingeniería, de las brechas salariales y de género, de la digitalización.
Una ingeniera de Sacyr
Elena Campos-Pozuelo, doctora Ingeniera Agrónoma, es coordinadora responsable de soporte técnico de procesos del área técnica de Sacyr Agua. Cuenta con tres patentes nacionales y más de 50 publicaciones en artículos científicos, capítulos de libro, revistas técnicas y presentaciones a congresos internacionales y nacionales.
“Yo personalmente nunca me he sentido discriminada por el hecho de ser mujer en el mundo de la ciencia. Cuando elegí la carrera había casi más mujeres que hombres en mi promoción. Mis padres me animaron a que cogiera lo que yo quisiera. Se me daban bien las matemáticas y la física y me atraía la ingeniería, por eso la elegí”, explica Elena.
Desde el punto de vista de trabajadora de Sacyr, explica que el grupo ha ido evolucionando con los años. “Cuando entré en 2006 era un poco más patriarcal, aunque yo personalmente nunca me he sentido discriminada por el hecho de ser mujer, puede que hubiera un sesgo que favorecía la promoción de los hombres sobre la de las mujeres. Si creo que ha ido evolucionando y la empresa es sin duda, cada vez es más igualitaria, con un mayor número de mujeres en posiciones de responsabilidad”, afirma Elena.
Según datos de la UNESCO (entre 2014 y 2016), solo alrededor del 30% de todas las estudiantes escogieron estudios superiores dentro del campo STEM. En el todo el mundo, la matrícula de estudiantes femeninas es particularmente baja en el campo de la tecnología de la información y las comunicaciones (TIC), con un 3%; ciencias naturales, matemáticas y estadísticas, con un 5%, y en ingeniería, manufactura y construcción, con un 8%.
“No sé porqué las niñas no eligen este tipo de carreras. Cada vez hay menos mujeres que eligen carreras de ciencia, y sobre todo de ingeniería. Creo que es más por la pérdida de prestigio social de esta profesión. Las mujeres que van a ciencias se ven más atraídas por ciencias de la salud. Quizá sea porque los médicos están mejor valorados socialmente que los ingenieros”, explica Campos.