ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno
Además de ser el escenario en el que se han producido algunas de las luchas de gladiadores más sangrientas de la historia, el Coliseo romano también ha albergado batallas entre hipopótamos, rinocerontes, osos, leones, elefantes o toros. Esta maravilla arquitectónica, con un aforo para 50.000 espectadores y 80 filas de gradas, ya ha permanecido casi dos milenios en pie. Tras investigar cómo los egipcios levantaron la Gran Pirámide de Guiza, la estructura artificial más alta del planeta durante casi cuatro milenios, examinamos cómo fue la construcción del anfiteatro más grande del planeta.
Considerado una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno, el Coliseo fue construido entre el 70 d. C. y el 80 d. C. bajo el mandato de los emperadores Vespasiano, Tito y Domiciano, los emperadores de la dinastía Flavia. De ahí, su nombre original: el Anfiteatro Flavio. En el lugar escogido para su construcción, en el centro de Roma, el emperador Nerón había construido anteriormente un lago artificial, por lo que hubo que vaciarlo y trasladar sus aguas al río Tíber.
Trampillas, montacargas y un sótano con mazmorras
A diferencia de los anfiteatros anteriores, que solían ser excavados en laderas para un apoyo adicional, el Coliseo es una estructura independiente. Este enorme edificio ovalado medía 188 metros de longitud, 156 metros de ancho y 57 metros de altura. Para su construcción, se utilizaron aproximadamente 100.000 metros cúbicos de mármol travertino (una clase de piedra caliza extraída cerca de la antigua Tibur), además de cemento romano, ladrillos y bloques de toba. También se utilizaron unas 300 toneladas de abrazaderas de hierro para unir los grandes bloques, que dejaron grandes marcas aún apreciables en las paredes del edificio.
Los romanos querían mostrar sus poderosas técnicas de ingeniería a todo el planeta. “El tiempo de construcción fue extraordinariamente corto”, afirma el experto en restauración arquitectónica Giovanni Manieri Elia. Según cuenta, gran gran parte del trabajo se gestionó fuera de la obra, probablemente en las canteras donde se extraía y cortaba el material. Por ejemplo, los bloques de travertino y de toba llegaban a la obra ya escuadrados. Para levantar el Coliseo, además se recurrió a algunos elementos prefabricados que permitieron una construcción modular. Se optó por un diseño “geométricamente regular, repetitivo y con pocas excepciones”: “Todos los escalones de la escalera, por ejemplo, eran del mismo tamaño que los asientos de mármol destinados a los espectadores, de 57 centímetros cada uno”.
Las gradas estaban divididas en varias zonas y cada una estaba destinada a una clase social. Mientras que el Emperador y los senadores estaban cerca de la arena, más arriba se situaban por orden los estratos inferiores de la sociedad. En el subsuelo, había un entramado de túneles por el que los romanos se movían con antorchas y lámparas de aceite y mazmorras para alojar a los gladiadores y a los animales. El suelo disponía a su vez de varias trampillas y montacargas que podían ser usadas durante los espectáculos.
Para levantar el Coliseo, se utilizaron algunos elementos prefabricados que permitieron una construcción modular. Crédito: Parque Arqueológico del Coliseo.
Rugidos de leones, ruidos de espadas y batallas navales
En el momento de su construcción la expectación fue tal que su inauguración, en el 80 dC, duró más de 100 días. Durante casi 500 años, los habitantes de Roma acudían a esta megaestructura a ver duelos entre gladiadores, peleas de animales, carreras de carrozas, desfiles de animales exóticos, interpretaciones musicales o ejecuciones públicas. El clamor de los espectadores se entremezclaba entre los rugidos de los leones o los ruidos de las espadas. El espectáculo estaba servido. Sólo en la inauguración, según el historiador Dion Casio, murieron decenas de gladiadores y 9.000 animales, tanto adiestrados como salvajes.
En ocasiones, la arena quedaba sumergida en agua para celebrar batallas navales llamadas naumachia. “El Coliseo debía ser un símbolo del poder de Roma en aquella época, ¿y qué mejor forma de ostentar ese poder que un escenario capaz de llenarse y vaciarse de agua por orden del emperador?”, explica la investigadora Janelle Peters. Cómo inundaban los romanos la arena para crear el efecto acuático todavía es “un misterio”.
Algunos historiadores consideran que se redirigió un enorme acueducto hacia la arena. Otros creen que el sistema de cámaras y esclusas utilizado para drenar la arena era también empleado para llenarla. Posiblemente, estas cámaras se llenaban de agua antes del evento y se abrían para inundar así el escenario con más de un millón de galones de agua, creando una profundidad de 1,5 metros, según Peters. Pero, incluso con toda esa agua, los barcos en miniatura deberían tener bases especiales que flotaran y no rozaran el piso del Coliseo. Un artículo publicado en la revista Civil Engineering indica que la arena central podría haberse llenado en un tiempo de entre dos y cinco horas y drenado nuevamente en una escala de tiempo similar.
El Coliseo se llenaba de agua para convertirse en el escenario de batallas navales. Crédito: TED-Ed.
Una estructura milenaria que sobrevive a incendios y terremotos
Tanto el Coliseo como los espectáculos sufrieron algunos cambios a lo largo de los años. “Las transformaciones a menudo seguían los gustos de los distintos emperadores”, señala Alfonsina Russo, directora del Parque Arqueológico del Coliseo. Finalmente, el anfiteatro dejó de ser utilizado con estos fines en la Alta Edad Media. Durante los siguientes siglos fue usado con muchos otros propósitos: como iglesia, fortaleza, fábrica o cantera. Sus piedras fueron usadas, por ejemplo, para la construcción de la Basílica de San Pedro.
A lo largo de los años, el Coliseo ha sufrido incendios, terremotos y otros desastres naturales. Por ejemplo, en el año 217 sufrió algunos daños debido a una tormenta eléctrica y en 1349 un gran terremoto provocó deterioros en su estructura. Pese a estos contratiempos, todavía se mantiene en pie. En el siglo XIX se realizaron varios trabajos de asentamiento y remodelación para su preservación, que más tarde también sufriría los efectos de la Segunda Guerra Mundial. Este tesoro arquitectónico, que recibe cada año más de seis millones de visitantes, es el monumento más visitado de Italia.
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