ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno
Relegadas en una profesión mayoritariamente concebida y realizada por hombres, las mujeres han sido, sin embargo, activas participantes en la concepción y la construcción desde que se tiene constancia de las primeras viviendas. Ganar esa visibilidad que les correspondía por derecho dentro de la arquitectura ha llevado tiempo y, también, el papel activo de grandes perfiles que han contribuido a darles voz. Un protagonismo que no despegó realmente hasta 1994, con el primer "Nobel de arquitectura", el prestigioso premio Pritzker, a una mujer. Una historia marcada por la obra de grandes profesionales que ha servido de referencia para abrir camino a generaciones futuras.
Julia Morgan: la lucha por el reconocimiento académico
El gran terremoto que en 1906 destruyó más del 80% de los edificios de San Francisco también se llevó por delante el emblemático hotel Fairmont, destrozado por las llamas a pocos días de su apertura. Los dueños del icónico establecimiento recurrieron entonces a una joven arquitecta llamada Julia Morgan (1872-1957) para reconstruirlo, no sin estupor de periodistas y ciudadanos, según recoge The New York Times. Esta estadounidense pasó a la historia como la primera mujer admitida en la Escuela de Bellas Artes de París, que por aquel entonces era la escuela de arquitectura más prestigiosa a nivel mundial, y una de las primeras tituladas en arquitectura en el mundo. Morgan disipó las dudas de quienes cuestionaban sus habilidades diseñando cientos de edificios. Entre ellos, algunos ampliamente conocidos como el recinto de conferencias de Asilomar o el Castillo Hearst en San Simeón (California).
El camino que la arquitecta californiana inició a principios del siglo XX en Estados Unidos ya se venía cimentando en el viejo continente. De hecho fue Finlandia el primer país europeo donde se permitió que las mujeres llevaran a cabo estudios en arquitectura y recibieran calificaciones académicas. Signe Hornborg (1862-1916), estudiante del Helsinki Polytechnic Institute, fue una de las primeras arquitectas graduadas de las que se tienen registro. Lo consiguió en 1890. No sería hasta 1898 cuando el famoso Instituto Real de Arquitectos Británicos (RIBA) aceptara formar parte de la institución a la primera mujer arquitecta, Ethel Charles (1871–1962), pero aún tardaría en incorporarlas dentro de su consejo, algo que consiguió la polifacética Jane Drew (1911-1996).
Julia Morgan, la arquitecta detrás de la renovación del mítico hotel Fairmont de San Francisco, fue la primera mujer en ser admitida en la Escuela de Bellas Artes de París. Crédito: Wikimedia Commons.
Lina Bo Bardi: las bases de la vanguardia
La lista de pioneras en la arquitectura no valoradas justamente es larga. Algunas de estas profesionales vieron crecer su huella a la sombra de grandes hombres del sector. Con el tiempo, nombres como el de Charlotte Perriand (1903- 1999), arquitecta y diseñadora de origen francés, conseguiría hacerse un hueco al margen de Le Corbusier, con quien colaboró durante mucho tiempo como responsable de mobiliario e interiores. O como Lilly Reich (1885- 1947), cuyo trabajo se vincula estrechamente al de Mies Van der Rohe.
Otras figuras consiguieron destacar desde el primer momento, al margen de esta presencia masculina. Es el caso de la italo-brasileña Achillina Bo, más conocida como Lina Bo Bardi (1914-1992). Durante la Segunda Guerra Mundial, su estudio fue destruido tras un bombardeo aéreo. Ella lo había puesto en marcha junto con su marido después de graduarse en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Roma y trabajar con el arquitecto Giò Ponti. Poco más tarde emigró a Brasil, donde diseñó un edificio que en la actualidad es considerado una referencia obligada en el mundo de la arquitectura: el Museo de Arte de Sao Paulo (MASP), que cuenta con cuatro pilares de soporte laterales y está elevado a ocho metros del suelo. Pero también otras joyas arquitectónicas como la Casa de Vidrio en Sao Paulo o el Solar do Unhão, en Salvador de Bahía. Pondría así las bases de la vanguardia arquitectónica brasileña, sin dejar de lado la tradición, antes de la incursión de otras figuras como Oscar Niemeyer, autor de alguno de los edificios más icónicos del continente sudamericano.
A Lina Bo Bardi le debemos uno de los edificios más significativos del sector, el Museo de Arte Contemporáneo de Sao Paulo y, además, las bases de la vanguardia arquitectónica brasileña. Crédito: Wikimedia Commons / MASP.
Zaha Hadid: la primera mujer en ganar el Pritzker
Si hay una figura clave en la arquitectura vanguardista sin duda es la anglo-iraquí Zaha Hadid (1950-2016). En 1994 levantó su primer edificio: una estación de bomberos. Diez años más tarde se convirtió en la primera mujer en ganar el premio de arquitectura Pritzker, el galardón mundial más importante en el campo de la arquitectura.
Hadid, que nació en Bagdad y pasó la mayor parte de su vida en Londres, es a día de hoy una de las arquitectas más famosas del planeta y de los máximos referentes contemporáneos del movimiento arquitectónico deconstructivista. Un estilo caracterizado por utilizar un proceso de diseño no lineal, fragmentado, de manera que se distorsionan y dislocan algunos de los principios elementales de la arquitectura, como la estructura y la envolvente del edificio. Entre los ejemplos más representativos de su obra están el centro cultural la Heydar Aliyevfue en Azerbaiyán, el Guangzhou Opera House en China, el Centro Acuático de Londres, el Museo Nacional de Arte del Siglo 21 en Roma o el Centro de Arte Contemporáneo Rosenthal en Cincinnati.
Kazuyo Sejima sumó el segundo premio Pritzker a una mujer en 2010. Su trabajo, dentro del estudio SANAA, es un referente de la arquitectura más experimental. Crédito: Wikimedia Commons / SANAA.
Kazuyo Sejima: el nuevo paradigma de la arquitectura
La arquitecta japonesa contemporánea Kazuyo Sejima (1956) formada en la Universidad de Mujeres de Japón y considerada un referente en la arquitectura diagramática, fue la segunda mujer en ganar el Premio Pritzker (2010). Lo recibió junto a su socio Ryue Nishizawa, con quien fundó el prestigioso estudio de arquitectura SANAA, caracterizado por su modo de trabajo experimental y por cuestionar desde sus obras aspectos estratégicos de la arquitectura.
Si por algo se caracterizan sus estructuras es por la simplicidad, la levedad metálica y la fluidez espacial, siguiendo esta modalidad arquitectónica en la que se busca reinterpretar y experimentar con mecanismos gráficos e iconográficos utilizados en otras épocas y en otros campos. Así lo muestran algunas de sus creaciones más destacadas, como el Nuevo Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York, el Pabellón del Museo de Arte de Toledo (Ohio), la Casa en un Huerto de Ciruelos (Tokio) o el Centro Rolex para Estudiantes (Lausana).
Su obra es ejemplo de diálogo con el entorno, pero, además, Carme Pigem acredita un Premio Pritzker con su estudio RCR Arquitectes. Crédito: RCR Arquitectes.
Carme Pigem: la interacción con el paisaje
Esta línea de cuestionar las estructuras tradicionales y los principios básicos de la arquitectura ha dado como resultado obras transgresoras y únicas detrás de las que están también importantes mujeres arquitectas, como Carme Pigem. Si la Real Academia Española define la palabra faro como una “torre alta en las costas, con luz en su parte superior, para que durante la noche sirva de señal a los navegantes”, a finales del siglo XX los arquitectos Pigem, Ramon Vilalta y Rafael Aranda desafiaron esa denominación al crear un faro horizontal. Esa especie de brazo afilado que se adentraba en el mar, que tuvo una gran repercusión, decía mucho sobre la forma de ver la arquitectura de los tres fundadores del estudio RCR Arquitectes, que en 2017 ganaron un premio Pritzker.
Formada en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallès de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), Pigem (1962) defiende que su obra tiene una fuerte interacción con el paisaje que la rodea y una especial fijación por la naturaleza. Muestra de ello es el Estadio Tussols-Basil de Olot (Gerona), una pista de atletismo salpicada por los árboles, la biblioteca Sant Antoni-Joan Oliver en Barcelona, el Restaurante Les Cols en Olot o el Museo Soulages, en Francia.
Morgan, Bo Bardi, Hadid, Sejima o Pigem son solo algunas de las referentes que han contribuido a dar visibilidad a las arquitectas. Pero la lista es larga y, aunque aún es un sector donde la proporción de profesionales mujeres sigue siendo baja y la brecha salarial continúa siendo una realidad, cada vez se reconoce más su labor. Prueba de ello es el Pritzker que el pasado 2020 recibieron las irlandesas Yvonne Farrell y Shelley McNamara, en la primera edición en que dos mujeres han ganado el considerado Nobel de la arquitectura.
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