ANTONIO LÓPEZ | Tungsteno
Mirar al pasado para entender qué puede pasar en el futuro es una estrategia característica de la gran historia, una disciplina que, en los últimos años, han popularizado grandes divulgadores como Noah Yuval Harari, Steve Pinker, o Jared Diamond. La historia predictiva, que busca anticiparse a los acontecimientos, no siempre utiliza métodos ortodoxos. De hecho, a lo largo de los tiempos ha encontrado las voces más atrevidas, no en los historiadores, sino en científicos. Han sido estos quienes desde diferentes perspectivas, se han acercado sin prejuicios y buscando aplicar métodos propios de la biología o las matemáticas para predecir el futuro. La literatura de ciencia ficción es, también, un frente importante en lo que a predecir el futuro se refiere. Sin duda, aunque no haya una metodología detrás de sus visiones, sí que encontramos una prodigiosa imaginación.
Biólogo y profesor de historia, Peter Turchin ha creado un modelo matemático para detectar patrones en los procesos histórico- sociales a largo plazo. Crédito: Peter Turchin.
Peter Turchin y las matemáticas de la cliodinámica
Aunque la pandemia ha sorprendido a millones de personas, no le ha ocurrido lo mismo a Peter Turchin (1957), que ya predijo hace 10 años en la revista Nature cómo 2020 sería un año horrible. Biólogo de formación y profesor de historia de las civilizaciones en la Universidad de Connecticut, Turchin ha creado un modelo matemático para encontrar patrones de comportamiento humano en los datos de los últimos 10.000 años de historia.
Así funciona la ‘cliodinámica’, una perspectiva científica bautizada por el propio Turchin que, lejos de cualquier modalidad de pensamiento mágico, tiene una base de ciencia aplicada, tal y como defiende su creador. El mismo científico que dedicó casi 30 años a estudiar especies parásitas, como el escarabajo pelotero, comparte sus predicciones sobre el colapso de Estados Unidos en Twitter y cree haber encontrado, al menos, un patrón definido: cada 50 años, se produce en el país norteamericano un largo periodo de inestabilidad y violencia política. Aunque sus augurios fueron recibidos con escepticismo por la comunidad científica, los vaticinios de Turchin han terminado dándole la razón y, por desgracia, sus funestas predicciones no terminan en 2021.
De la relevancia de los smartphones a la consolidación de las fuentes de energía renovables, la visión del futuro Asimov nació desde la ficción, de la mano de Hari Seldon, protagonista de la saga Fundación. Crédito: Wikimedia Commons.
Más allá de la ficción: la psicohistoria de Asimov
Un espejo en el que se mira Peter Turchin es el personaje de ciencia ficción creado por otro de los grandes visionarios de la historia reciente: el matemático Hari Seldon, protagonista de la saga Fundación de Isaac Asimov (1920-1992). Seldon se basaba en el ciclo de vida de un organismo biológico para pronosticar el auge y la caída de un imperio, una brillante disciplina ficticia para predecir el comportamiento humano a gran escala que Asimov bautizó como psicohistoria.
Sin embargo, más allá de los designios de sus personajes, el propio Asimov ya adelantó en 1983 cómo sería la realidad en la que vivimos hoy, cuando publicó un artículo en el diario canadiense The Star en el que predijo cuestiones como la educación basada en la alfabetización informática o la relevancia del smartphone en nuestra sociedad: "Un producto secundario esencial, el objeto computarizado móvil, o robot, ya está entrando en la industria y, en el transcurso de la próxima generación, penetrará en el hogar". El que fuera profesor de bioquímica, además de un prolífico escritor de ciencia ficción, también acertó en sus apuestas sobre la ubicuidad de las máquinas y su incorporación al mercado laboral. Aunque no se centró en la pandemia y apuntó a 2019 en vez de a 2020, Asimov también predijo la consolidación de las fuentes de energía renovables: "El comienzo de una era en que una parte importante de la energía de la Tierra provendrá del sol”.
Fue capaz de anticipar el modelo de teletrabajo que la pandemia del coronavirus ha impuesto, además de conceptos como las pantallas táctiles o los asistentes de voz. Crédito: Wikimedia Commons.
Arthur C. Clarke: 2021, una odisea en el trabajo
En línea con los presagios tecnológicos de Asimov están los de Arthur C. Clarke (1917-2008), científico y escritor que, convencido de que las comunicaciones instantáneas y la automatización cambiarían por completo la sociedad, adivinó en los años 70 cómo sería hoy el teletrabajo: “Se acerca el día en que los empleados de oficina y los intelectuales harán su trabajo sin salir de sus viviendas”. Lo que no sabía era que, además del progreso tecnológico, parte de la culpa la tendría una pandemia.
El autor de la novela 2001: Una odisea del espacio, llegó a imaginar el concepto de pantalla táctil y el de los asistentes de voz, y pronosticó con acierto cómo el ordenador personal sería la herramienta clave de trabajo: “Podréis intercambiar cualquier cantidad de información tabular, visual o gráfica”. En 1960, Clarke publicó Una visión del futuro, donde dibujaba un horizonte que resultaba impensable y casi irracional en ese momento, cosa que, según sus propias palabras, aumentaba las posibilidades de que sus predicciones se hicieran realidad. El escritor incluso llegó a definir la patología que desencadenaría esa irrupción de la tecnología en la sociedad: “infomaníacos”, así denominaba a los adictos a saber qué está pasando en todo momento —o, en términos actuales, a estar conectados.
¿Qué tienen en común estos visionarios? Según el periodista Graeme Wood, que recientemente entrevistó al propio Turchin, todos proceden de disciplinas científicas ajenas a la historia, lo que les permite acercarse a ella “sin prejuicios, con una perspectiva más fresca”. Una aproximación, lejos de las herramientas analíticas más tradicionales, que puede chocar con la de los historiadores ortodoxos. Según explicaba Pablo Rodríguez-Sánchez, especialista en computación científica del Netherlands eScience Center, en un artículo en The Conversation, la situación actual derivada de la pandemia de COVID-19 ha puesto el foco en la capacidad predictiva de los modelos matemáticos, que ya exploró Peter Turchin. Sin embargo, al contrario de lo que se piensa, los modelos matemáticos no responden a la pregunta “¿qué va a pasar?”, sino a la pregunta “¿qué pasaría si?”, algo que, según Rodríguez-Sánchez, es a la vez la mayor fortaleza y debilidad de estas herramientas de análisis frente a las propias de los historiadores.
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