Con Acento Sacyr
Lucía Cecilia Mercado
Cuando dices a la gente que te rodea que te vas a Mauritania, (¿dónde está eso?), a participar como voluntaria en un proyecto de cooperación, recibes todo tipo de reacciones: incredulidad, admiración, incomprensión, y tú haces un cóctel entre todas estas reacciones y lo que tú sientes.
Bir Mogrein (norte de Mauritania, África)
Y esto me empuja a hacerme una pregunta: ¿Qué me lleva a participar en el proyecto que ha hecho posible la colaboración de la Fundación Sacyr con HumanCoop y Uplanet en Mauritania?
De izda a derecha: Lucía, Matías, Natalia, Rodrigo e Iván.
Es una mezcla de muchas cosas. Y aquí voy a tratar de explicar las más relevantes para mí.
Curiosidad. Todo lo que hago en mi día a día está guiado por las ganas de conocer lo que hay más allá de mi vida. De mis conocimientos. De mi círculo más cercano. Conocer otras formas de vida, otros países, otras culturas, siempre me ha incentivado a hacer cosas diferentes, a estudiar filosofías alejadas de la Occidental y a intentar comprender otras formas de hacer las cosas.
Empatía hacia los más necesitados. Intento ponerme en el lugar de las personas que necesitan lo que nosotros tenemos de una manera sencilla. Valorar tener un grifo en casa, que si lo tienes salga agua caliente, la variedad y cantidad de comida, tener conexión móvil, una cama para dormir. Tantas y tantas cosas, -sin contar con poder ir al cine, beberte una cerveza, ir al teatro, o a cenar fuera-, que no nos damos cuenta de lo fácil que es nuestra vida hasta que viajamos a estos sitios.
Interés por crear un mundo mejor. Si cada uno de nosotros no aportamos nuestro granito de área para que tu prójimo viva mejor, esta vida no será plena. Ayudar en proyectos como el de HumanCoop y UPlanet me reconforta y me hace ser mejor persona. Me hace sentirme útil.
Amor. El amor hacia el prójimo, el amor hacia uno mismo respetando los intereses que me llevan a actuar como lo hago, el amor hacia otras culturas, el amor hacia paisajes como el desierto que me cautivan.
Admiración.
-Hacia personas que hacen que proyectos como HumanCoop salgan adelante. Admiro al presidente de esta organización, Ignacio Calatayud, desde el primero momento que le escuché hablar. Tenemos tanto que aprender de personas como él que dedican su tiempo a ayudar a los demás, que faltaría una vida entera para poner en práctica todo lo que nos enseñan. El compromiso de Ignacio con el pueblo saharaui contagia a la gente que le acompaña en este proyecto. Conocer igualmente a sus colaboradores: Gema, Esteban y Oscar impregna mi espíritu de admiración también hacia ellos.
-Lo mismo puedo decir de Jose Matías, antiguo compañero de Sacyr, por quien conocí por primera vez este proyecto con el que colabora la ONG que él creo, UPlanet. Su empuje, trabajo y determinación para colaborar con fines sociales y humanitarios es una fuente de inspiración para todo aquel que tiene la suerte de estar a su lado.
-Y admiración por mis compañeros ingenieros que han compartido esta experiencia conmigo y por los sanitarios de la XIII Comisión HumanCoop. Su capacidad de entrega y de trabajo hasta que ya no veían más de noche y las linternas se quedaban cortas me ha llenado de inspiración. Y admiración por el trabajo de los sanitarios, con largas horas de operaciones y de asistencia médica a cambio de únicamente su satisfacción personal. Verles cansados al final del día era motivo para mí de respeto y de honra hacia ellos. Estar a su lado, y vivir esta experiencia, es lo que te hace crecer como persona.
Este tipo de acciones no solo enganchan, sino que te hacen ser mejor persona y valorar más lo que tienes en tu vida, aparte de poder colaborar mínimamente en una causa humanitaria.
Cuando pienso en Bir Mogrein, el pueblo al que fuimos al norte de Mauritania cinco voluntarios de Sacyr (Rodrigo, Matías, Iván, Natalia y yo, más mi querida Eli, de UPlanet) me vienen continuamente las ganas de volver. A pesar de los dos días de viaje para llegar hasta allí, las duchas de agua fría, dormir en tu saco en cualquier sitio, etc, que al final, se quedan en anécdotas.
Y seguir colaborando con personas tan maravillosas como Belali, Fátima, Abba, M. Salem, los encargados de la desaladora, del huerto, del centro de salud, los cocineros, los conductores, las mujeres del pueblo, los niños,…
Pienso en ellos y el corazón se me llena de admiración, amor y respeto.
Quiero volver a verles.