Gaudí solía plasmar sus ideas directamente sobre maquetas tridimensionales en las que moldeaba cada detalle. Crédito: Wikimedia Commons / Pablo Audouard Deglaire.

Gaudí y el arte de construir sin planos

Un sentido innato de la geometría y el volumen ayudaron a Gaudí a convertirse en un genio de la creación en tres dimensiones. Así se inspiró en la naturaleza para levantar obras tan emblemáticas como el Parque Güell o la cripta de la Sagrada Familia.

ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno

 

Antoni Gaudí i Cornet, el máximo representante del modernismo catalán y uno de los arquitectos más emblemáticos del siglo XX, tenía una gran poder de imaginación. Tanto que, en vez de crear sus obras en planos, las hacía directamente sobre maquetas 3D con todo lujo de detalles. Analizamos en qué se inspiró para dar vida a emblemáticas construcciones que hoy son Patrimonio de la Humanidad como el Parque Güell, la Casa Batlló o la mismísima cripta de la Sagrada Familia.

 

Un genio de la creación en tres dimensiones

 

El arquitecto nació en Reus, un municipio español en la provincia de Tarragona, en 1852. Proveniente de una familia de caldereros, adquirió una habilidad singular para tratar el espacio y el volumen mientras ayudaba a su padre y a su abuelo en el taller familiar. Su gran capacidad creativa y su facilidad para concebir los espacios y el volumen le llevarían años más tarde a convertirse en un genio de la creación en tres dimensiones.

“Yo tengo esa calidad de sentir, de ver el espacio porque soy hijo de calderero. El calderero es un hombre que con una superficie forma un volumen; ve el espacio antes de comenzar a trabajar”, afirmó el propio Gaudí. El arquitecto solía proyectar mentalmente sus obras. Pocas veces optaba por esbozabarlas en planos. Prefería recrearlas directamente sobre maquetas tridimensionales en las que moldeaba cada detalle. En su arquitectura, integraba además multitud de técnicas artesanales, que él mismo dominaba: de la cerámica a la vidriería pasando por la forja de hierro o la carpintería.

Mientras cursaba arquitectura en Barcelona, trabajó como delineante para poder pagar sus estudios. Pese a ser un estudiante irregular, ya en aquel entonces destacó por sus creaciones únicas. “No sé si hemos dado el título a un loco o a un genio, el tiempo lo dirá”, afirmó el director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Barcelona, Elias Rogent, cuando Gaudí acabó sus estudios. Y el tiempo acabó por mostrarlo: su arquitectura era única y prodigiosa. Tras establecerse por su cuenta en un despacho de Barcelona, dejó un gran legado arquitectónico con obras como el Parque Güell, el Palacio Güell, la Casa Milà (La Pedrera), la Casa Vicens, su obra en la fachada de la Natividad y la cripta de la Sagrada Familia, la Casa Batlló y la cripta de la Colonia Güell.

 

El arquitecto utilizaba técnicas artesanales como la cerámica, la vidriería, la forja de hierro o la carpintería. Crédito: Junta Constructora del Temple Expiatori de la Sagrada Familia.

 

Una atenta observación de la naturaleza

 

Gaudí fue artífice de un lenguaje arquitectónico difícil de etiquetar. En un contexto en el que múltiples arquitectos se inclinaban por espacios acromáticos y con líneas rectas, él apostaba por multitud de colores y las formas curvas. Si por algo se caracterizan sus obras, es por una búsqueda constante de inspiración en la naturaleza. Como él mismo afirmó, “el gran libro siempre abierto y que hay que hacer el esfuerzo de leer es el de la naturaleza; los otros libros han sido extraídos de éste y además contienen las equivocaciones y las interpretaciones de los hombres”.

Durante su infancia, algunos problemas de salud le hicieron pasar largas temporadas en reposo contemplando durante horas la naturaleza y reteniendo sus secretos. Las alegorías de los vegetales, los animales, el movimiento e incluso de los fenómenos climáticos están presentes en creaciones como el Parque Güell o La Pedrera. “Gaudí se fija en cómo la naturaleza vence a la gravedad y en qué formas son las más resistentes; cuál es la forma de una cueva, de una montaña, de las orillas de un lago, de los nidos de las termitas, de los hormigueros, de las guaridas que crean los animales que, como el hombre, viven en sociedades…”, indica el Instituto Cervantes.

Gaudí concebía ante todo los edificios de una forma global. Tenía en cuenta las cuestiones estructurales, decorativas y funcionales. Muestra de ello es la ampliación y reforma de la Casa Batlló, conocida popularmente como la casa de los huesos, la casa de las máscaras, la casa de los bostezos o la casa del dragón. Además de decorarla, replanteó las fachadas y los patios interiores para que entrara más luz en el interior. Para Gaudí, el arquitecto es “el hombre sintético, que ve las cosas claramente en conjunto antes de que se realicen, que sitúa y liga los elementos en su relación plástica y en la distancia justa, así como la calidad estática y el sentido policromo”.

 

Gaudí reformó completamente la fachada de la Casa Batlló para que entrara más luz en el interior. Crédito: Casa Batlló.

 

El retraimiento del célebre arquitecto

 

Más allá de su carrera profesional, la vida social del arquitecto fue cambiando con el paso del tiempo. Si en su juventud Gaudí frecuentaba teatros, tertulias y conciertos, años más tarde, en pleno esplendor de su obra, dejó de realizar estos planes. Según la web de la Casa Batlló, el arquitecto “pasó de parecer un joven dandi con gustos de gourmet a descuidar su aspecto personal, comer con frugalidad y alejarse de la vida social a la vez que se entregaba con más fervor a un sentimiento místico y religioso”.

El 7 de junio de 1926 fue atropellado por un tranvía cuando iba, como cada anochecer, hacia la Sagrada Familia. Tras el golpe perdió la consciencia. Nadie sospechó que aquel hombre de 74 años gravemente herido era el célebre arquitecto, que falleció tres días después. Gaudí fue enterrado en la capilla del Carmen de la cripta de la Sagrada Familia. Centenares de personas asistieron a la explanada de la basílica para dar un último adiós al emblemático arquitecto que marcó un antes y un después en el modernismo. Él mismo sabía que su obra era innovadora, tal y como manifestó en vida: “Mis ideas son de una lógica indisputable; lo único que me hace dudar es que no se han aplicado anteriormente”.

 

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