ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno
Margarete Schütte-Lihotzky no solo diseñó la cocina moderna. Imaginó un hogar más eficiente y un futuro donde las mujeres pudieran disponer de su tiempo. Con la icónica cocina de Frankfurt, creada en 1927, intentó optimizar cada movimiento dentro del hogar. Su diseño introdujo soluciones que hoy consideramos esenciales: encimeras continuas, cajones optimizados y un flujo de trabajo pensado al milímetro. Sin embargo, lo que nació como un símbolo de emancipación femenina con el objetivo de liberar a las mujeres del trabajo doméstico se transformó con el tiempo en un espacio criticado por aislarlas y confinarlas.
“Se puede matar a una persona con un apartamento”
Schütte-Lihotzky fue una de las primeras mujeres en graduarse en arquitectura en Austria. Pese a que su familia era progresista, inicialmente no vio con buenos ojos que se dedicara a ello. Creían que nadie contrataría a una mujer para construir una casa en 1916. Ella se interesó por la vivienda social tras observar las duras condiciones de vida de la clase trabajadora en Viena. Vio cómo nueve personas vivían en una sola habitación y cómo algunos inquilinos subarrendaban camas por unas horas al día. “Se puede matar a una persona con un hacha o con un apartamento” es una cita del artista alemán Heinrich Zille que la arquitecta escribió en sus propias memorias.
Ante la escasez de vivienda en Alemania tras la Primera Guerra Mundial, se impulsaron proyectos de vivienda social a gran escala destinados a familias obreras. En aquel entonces, las viviendas de los trabajadores solían tener solo dos estancias principales. Una servía para cocinar, bañarse, comer y dormir. La otra funcionaba como sala de estar. Esta distribución generaba malas condiciones de higiene y una falta de diferenciación funcional. Schütte-Lihotzky diseñó la cocina de Frankfurt como parte de un programa de vivienda pública asequible. Su objetivo era racionalizar el trabajo doméstico y reducir el tiempo que las mujeres dedicaban a las tareas en la cocina.
La icónica cocina de Frankfurt. Crédito: The Design Museum.
El prototipo de la cocina moderna
La cocina de Frankfurt fue reconocida como el prototipo de la cocina moderna equipada y como una de las mayores revoluciones en el diseño de viviendas sociales del siglo XX. Introdujo elementos que hoy consideramos habituales, como encimeras continuas, frentes de azulejos, gavetas empotradas y cajones optimizados para el almacenamiento. El diseño separaba la cocina del salón mediante una puerta corredera. Para alcanzar la máxima eficiencia, la arquitecta se basó en estudios y entrevistas con amas de casa, Quería reducir los desplazamientos dentro del espacio. La cocina era tan funcional que una mujer podía pasar del fregadero a las ollas sin dar un solo paso.
Se construyeron alrededor de 10.000 unidades de la cocina de Frankfurt para las viviendas sociales diseñadas por el arquitecto Ernst May. En la actualidad, algunos ejemplares originales se exhiben en museos de todo el mundo, incluido el MoMA de Nueva York. Para Schütte-Lihotzky, el verdadero objetivo de esta cocina dera impulsar una reforma social y contribuir a la emancipación de las mujeres, al reducir la carga del trabajo doméstico no remunerado. Su intención era que las mujeres dispusieran de más tiempo libre para la educación, el trabajo y el ocio.
La cocina Frankfurt en el museo MoMA. Crédito: The Museum of Modern Art.
Sin embargo, con el paso del tiempo, esta visión fue objeto de críticas. A partir de la década de 1970 algunos movimientos feministas señalaron que, lejos de liberar a la mujer, la cocina había terminado por convertirse en un espacio de confinamiento, diseñado exclusivamente para el trabajo de las mujeres. Su reducido tamaño y las proporciones ajustadas, pensadas para reducir costos y optimizar los movimientos en ellas, impedían que más de una persona la utilizara al mismo tiempo. Algo que en teoría reforzó la idea de que era un ámbito privado y solitario, reservado únicamente a la mujer.
Un legado eclipsado
Schütte-Lihotzky llevó su compromiso social más allá de la arquitectura, participando activamente en la política y en la resistencia antifascista. Se unió al Partido Comunista de Austria en 1938 y llegó a ser arrestada por la Gestapo en 1941. Por sus ideales se enfrentó a las dificultades profesionales en la Austria de la Guerra Fría y, en 1988, rechazó la Medalla Austriaca de Ciencia y Arte en protesta por la supuesta complicidad del presidente de entonces con los crímenes de guerra nazis.
Sus otros proyectos, a menudo eclipsados por la cocina, incluían el diseño de apartamentos para mujeres trabajadoras solteras y la revolución de los ambientes educativos. Diseñó jardines de infancia con un sistema de construcción modular que incluía cunas, cambiadores, sillas, mesas y otros objetos que hacían el espacio más flexible. Murió en el año 2000 a los 102 años. Aunque la cocina de Frankfurt fue su obra más famosa, finalmente lamentó que el diseño se convirtiera en el foco de su legado. A la edad de 101 años, exclamó: “Si hubiera sabido que la gente iba a hablar sólo de la maldita cocina, no la habría inventado”.
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