ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno
La Torre Eiffel es a París lo que la Estatua de la Libertad es a Nueva York. O lo que el Obelisco es a la Ciudad de Buenos Aires. Este monumento histórico de hormigón armado pesa 170 toneladas y fue erigido en tan solo 31 días. Investigamos qué esconde en su interior esta megaestructura y cómo ha llegado a convertirse en uno de los monumentos más emblemáticos de Argentina.
Un obelisco construido en un tiempo récord
Esta obra del arquitecto Alberto Prebisch, uno de los principales exponentes del modernismo argentino, se construyó en un tiempo récord. La empresa alemana G.E.O.P.E. – Siemens Bauunion – Grün & Bilfinger comenzó a levantar el edificio el 20 de marzo y la construcción se completó en sólo 31 días. En la edificación de esta estructura de 67,5 metros de altura, que costó unos 200.000 pesos de la época —unos 539 euros—, participaron 157 obreros.
El famoso obelisco tiene sólo una puerta de entrada. En su interior, hay una escalera marinera de 206 escalones —y 7 plataformas de descanso—, y en la cima, un mirador con cuatro ventanas y un pararrayos. Pese a que no está abierto al público, un cronista del periódico argentino Clarín pudo subir hasta la cúspide y describe así la aventura: “Llegar hasta arriba demandó 16 minutos, con tres descansos que sirvieron para recuperar el aliento y relajar la concentración”.
El Obelisco fue inaugurado el 23 de mayo de 1936 como homenaje al cuarto centenario de la primera fundación de Buenos Aires en 1536. Se levantó en el mismo lugar donde se izó la bandera nacional por primera vez en la Ciudad: en la hoy conocida como Plaza de la República. Su ubicación es estratégica, al estar en la intersección de dos conocidas avenidas: la 9 de Julio —una de las más anchas del mundo— y la "calle” Corrientes, uno de los principales polos culturales de Buenos Aires.
El Obelisco está situado en un lugar estratégico de Buenos Aires. Crédito: Buddha AudioVisual.
¿Un “armatoste sin sentido” o el símbolo de Buenos Aires?
Si bien hoy es un monumento icónico de la capital, hubo un tiempo en el que tuvo detractores. De hecho, los diarios de la época lo describieron como un “armatoste sin sentido” y “bodrio en perspectiva”, según recoge Clarín. Un verso popular decía: “En el medio de la calle/ hay una mole parada/ la llaman el Obelisco/ y no sirve para nada”.
Fue tan mal recibido que hubo quienes querían demolerlo. Cuando el 21 de junio de 1938 se desprendieron algunos trozos de mampostería, los detractores aprovecharon para pedir que se destruyera por “razones de seguridad, estéticas y económicas”, según relata el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En 1939, el Concejo Deliberante aprobó una ley para demolerlo por 23 votos contra tres. El intendente Arturo Goyeneche lo salvó al alegar que el Obelisco estaba en jurisdicción nacional.
El Obelisco ha sufrido pocos cambios importantes en las últimas décadas. Más allá de las labores de mantenimiento y pintura, uno de los más destacados se produjo en 1987, cuando se colocaron rejas a su alrededor para evitar pintadas y actos de vandalismo. Con el tiempo, se ha convertido en uno de los principales puntos de reunión de las manifestaciones políticas, festejos de victorias deportivas y conmemoraciones de hechos históricos.
En 2021 se utilizaron más de 300 de litros de pintura para restaurar el Obelisco. Crédito: No Comment TV.
Si bien en sus orígenes este icónico monumento tuvo detractores, también ha tenido múltiples defensores. Es el caso del poeta Baldomero Fernández Moreno, que le dedicó un soneto que permanece inmortalizado en su base: “¿Dónde tenía la ciudad guardada/ esta espada de plata refulgente/ desenvainada repentinamente/ y a los cielos azules asestada?/ Ahora puede lanzarse la mirada/ harta de andar rastrera y penitente/ piedra arriba hacia el Sol omnipotente/ y descender espiritualizada./ Rayo de luna o desgarrón de viento/ en símbolo cuajado y monumento/ índice, surtidor, llama, palmera./ La estrella arriba y la centella abajo,/ que la idea, el ensueño y el trabajo/ giren a tus pies, devanadera”.
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