ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno
Más de 2.000 millones de personas vivían en países con escasez de agua en 2021, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La situación empeorará en algunas regiones debido al cambio climático y el crecimiento de la población. Con avances tecnológicos que reducen el costo energético y el impacto ambiental, la desalinización se presenta como una posible solución para proporcionar agua potable a partir del mar.
Con motivo del Día Mundial del Agua el 22 de marzo, investigamos cuáles son las tecnologías más eficientes para paliar las sequías del futuro.
El 97% del agua está en mares y océanos
El agua salubre y de fácil acceso es importante para la salud pública, tanto si se utiliza para beber, para uso doméstico, para producir alimentos o con fines recreativos, como señala la OMS.
“Es necesario ser eficiente en el uso del agua, reutilizar hasta la última gota, y por último, complementar con agua desalada”, afirma Domingo Zarzo Martínez, presidente de la Asociación Española de Desalación y Reutilización (AEDyR) y director de innovación y proyectos estratégicos en Sacyr Agua.
Aproximadamente el 97% del agua en el planeta está en mares y océanos, según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica. El 3% restante se distribuye en muchos lugares diferentes, incluidos glaciares y hielo, bajo tierra, en ríos y lagos y en la atmósfera.
Zarzo destaca que “tenemos una fuente inagotable de agua, que no depende de las condiciones climáticas”. “Por tanto, el uso de los recursos no convencionales como la desalación y el reuso ayudará en gran medida a solucionar los problemas de escasez de agua, y de hecho ya lo está haciendo en numerosos países”.
La intensificación de las sequías impactan negativamente la disponibilidad y calidad del agua. Crédito: Sacyr.
¿Desaladoras para combatir las sequías?
La desalinización juega un papel fundamental en la lucha contra la escasez de agua, según el experto. En países como España, la implementación de grandes desaladoras ha servido para “suministrar agua de forma estable y segura a la costa mediterránea, no solo para la producción de agua potable sino también para agricultura y usos industriales”.
Aún así, Zarzo insiste en que la capacidad no es suficiente y hay que seguir planificando nuevas infraestructuras para satisfacer las demandas actuales y futuras. Hay 20.000 desaladoras en todo el mundo. Además de España, otros países con grandes programas de desalación son Israel, Argelia, Australia o Arabia Saudi.
La principal ventaja de la desalinización es la de generar un nuevo recurso de agua a partir del mar, que es una fuente inagotable y no depende del clima. Zarzo comenta que el agua desalada tiene “una extraordinaria calidad y pureza, ya que las membranas evitan que pase a ella cualquier tipo de contaminante”.
Una opción sería, además, añadirle minerales, vitaminas, electrolitos o cualquier otro componente necesario para crear un agua personalizada para cada uso. O lo que es lo mismo, un “agua a la carta”. “Y por otro lado, al utilizar agua desalada en las ciudades, el agua residual generada tendrá mejores características (entre otras, menor salinidad) de cara a su reutilización”, afirma.
Uno de los inconvenientes de este tipo de agua es que puede ser más cara que otras fuentes de agua convencionales. “Esta es una percepción errónea, ya que con la sequía y el cambio climático los recursos convencionales están cada vez más mermados y contaminados, y por tanto estos precios se irán igualando”, afirma Zarzo, que destaca que “no hay agua más cara que la que no se tiene”.
Las desalinizadoras utilizan un proceso llamado ósmosis inversa para eliminar la sal del agua de mar. Crédito: Sacyr Concessions.
El desafío de minimizar el impacto ambiental
Al desalinizar agua, se genera salmuera, un líquido con alta concentración de sales y con un impacto ambiental negativo. “Uno de los aspectos que más preocupa a la población es el vertido de concentrado al mar y cuando este se hace correctamente se ha demostrado científicamente que el impacto ambiental es totalmente irrelevante y gracias a la dilución previa y los sistemas de difusión, esta agua de mar concentrada ya es indistinguible del agua del mar a muy pocos metros del punto de descarga”, afirma.
La descarbonización de las desaladoras también es un reto crucial. Su consumo energético, especialmente cuando se basan en fuentes no renovables, genera emisiones de dióxido de carbono y contribuye al cambio climático. Las desaladoras se alimentan de las redes eléctricas convencionales y por tanto sus emisiones indirectas dependen de cómo sea el modelo energético nacional.
Así lo indica Zarzo, que destaca que la industria de la desalación ha hecho grandes esfuerzos por incrementar la sostenibilidad de las instalaciones: “De hecho, casi todo el I+D está enfocado en ello, desde la producción de ‘energía azul’ renovable generada por el gradiente salino entre salmueras y agua dulce a conceptos de economía circular como la obtención de elementos, sales y compuestos químicos a partir de salmueras (el llamado brine mining)”.
Más allá de las desalinizadoras, también es importante la reutilización: “Debemos plantearnos reutilizar hasta la última gota de agua residual posible. De hecho, en el mundo ya se reutiliza más que la cantidad que se desala”. Existen barreras educativas y culturales que frenan algunos usos, como el uso de agua regenerada para la producción de agua potable, aunque es algo que se hace desde hace muchos años en California, Singapur, Israel, Holanda o Namibia.
Aprovechar la tecnología es clave para combatir las sequías del futuro y contar con un suministro de agua estable, de calidad y no dependiente del clima: “En países desarrollados no somos conscientes del privilegio que supone tener en nuestras casas a nuestro alcance agua potable de calidad y segura de forma continua”.
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